La comunicación y la crisis de la modernidad

La modernidad, la época de la razón, de la ampliación de la visión, en la que han jugado un papel fundamental las nuevas tecnologías de la información, la comunicación se ha vuelto imprescindible a la hora de imaginar los nuevos modelos de sociedad.

Según Habermas la praxis comunicativa esta ligada a la búsqueda y defensa de una racionalidad en la que se hallan aún vivas las dimensiones liberadoras de la modernidad, que no permiten que veamos la modernidad simplemente como aspectos técnicos y económicos. La razón comunicativa aparece así en el centro de la reflexión social llenando el vacío producido por la crisis de los paradigmas de la producción y la representación, y proveyendo a la sociedad de un potencial de resistencia y orientación moral del que se alimentan los nuevos movimientos sociales, desde los étnicos y ecológicos hasta los de genero.

La relación entre modernidad y comunicación exige desprenderse de teorías e ideologías para poder analizar la cultura desde la experiencia social, la migración, la vida urbana, la relación con la modernidad tecnológica, la dispersión del poder cultural y la democratización de la creatividad, obligando a repensar las relaciones entre cultura y política, a conectar la cuestión de las políticas culturales con las transformaciones de la cultura política y a asumir ésta en lo que tiene que ver con la comunicación. Es por ello que las transformaciones de la modernidad nos están exigiendo pensar la comunicación no sólo como asunto de mercados y tecnologías sino también como espacio decisivo en la construcción de la democracia.

La comunicación tiene mucho que ver con los cambios de sensibilidad, con las contradicciones de esta época, los medios nos presentan a diario diversidad de gustos y razones, a la diferencia, pero también a la indiferencia, a la creciente integración de lo heterogéneo de las razas, de las etnias, de los pueblos, de los géneros en el sistema de diferencias con el que, según Baudrillard, occidente conjura y neutraliza, funcionaliza a los otros: “mientras la diferencia prolifera al infinito en la moda, en las costumbres, en la cultura, la alteridad dura, la de la raza, la locura, la miseria ha terminado o se ha convertido en un producto escaso”. Como si sólo sometidas al esquema estructural de diferencias, que Occidente propone nos fuera posible relacionarnos con las otras culturas.

Desde otra perspectiva, la de la crisis de la modernidad, dando paso a la postmodernidad, la comunicación también tiene preferencia, en la estructura comunicativa de la sociedad postindustrial que implica relaciones entre ciencia y tecnología, según Lyotard la comunicación se vuelve elemento constitutivo de las nuevas condiciones del saber, es donde se está produciendo el cambio de fondo en el sentido de cambio de época, un saber que no pertenece ya a aquella razón moderna ambiciosa de unidad, sino por el contrario a una razón que se mueve entre la apertura de un horizonte ilimitado de exploración y la conciencia del carácter limitado de toda forma de conocimiento.

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