Reflexiones sobre competencias y formación universitaria

Las transformaciones que la globalización nos impone en todos los ámbitos en los que el hombre se desarrolla, genera cambios que no siempre son beneficiosos, no obstante, la búsqueda incesante por prodigar un mundo mejor, hace que nuestras acciones tengan el deseo de contribuir a construir mejores y promisorios futuros. Trabajo, salud y educación para todos, en igualdad de condiciones, son nuestros objetivos, una forma de educar que provea las condiciones con un real sentido para la vida humana, vida que han de merecer todos y cada uno de los habitantes de este planeta.

A partir de esta premisa las Organizaciones mundiales, han puesto sus mejores esfuerzos por diseñar planes de desarrollo estratégicamente enmarcados en el campo de la educación. Con los incesantes cambios y evolución del conocimiento en todo el mundo, en América Latina se avizoran nuevas necesidades de innovación en los desempeños humanos que beneficien las cualidades y calidades humanas en los sistemas de educación.

Las iniciativas desarrolladas en Chile apuntan a un desarrollo importante del tema: “La adopción del enfoque de competencias en la educación superior nace de la necesidad de responder más adecuadamente al cambio social y tecnológico, como también a la organización del trabajo para adaptarse al cambio” (Corvalán, O. y Hawes G, 2005).

Esta postura obliga a replantear la formación superior, para poder responder a los entornos cambiantes del mundo; se debe desarrollar estrategias que permitan conectar los procesos formativos y la actuación profesional.

El permanecer en puestos de trabajo que dignifiquen la realidad del hombre, compromete actualmente al mundo educativo, y lo desafía a esbozar currículos que conjuguen saberes fundados en la integralidad del ser persona.

El término competencia proviene del latín competentĭa, y la Real Academia Española señala que es relativo a “pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado” (Real Academia Española, 2001)

Existen muchas connotaciones para el concepto de competencias, pero podemos advertir en estas ciertos elementos que son característicos: por un lado confluyen los conocimientos, los procedimientos y las actitudes; por otro se señala su aplicación en un desempeño, y la experiencia, que es importante como medio de constatación y evaluación, y finalmente el contexto, pues una competencia puede ser evidenciada dependiendo del contexto en que se aplica.

Podemos clasificar a las competencias según los intereses desarrollados por  Habermas: intereses técnicos, prácticos y críticos. Los técnicos basados en la necesidad de supervivencia, tanto en su vertiente reproductivo-biológica, como al aspecto social. Este saber tiene correspondencia con las competencias básicas; los intereses prácticos se corresponden con las competencias técnicas por cuanto se los define como:  “un interés fundamental para comprender el ambiente mediante la interacción, basado en una interpretación consensuada del significado” (Grundy, 1987). Y los intereses críticos relacionados con las competencias transversales o genéricas, ya que ambas se basan en asumir una postura, comportamientos y actitudes generales, de índole valórica, propias de una persona autónoma y con responsabilidad individual.

Un enfoque de formación basado en competencias responde por una parte a escenarios actuales donde quien desempeña un trabajo, debe tener la capacidad de prever o resolver los problemas que se le presentan; y por otro lado, responder a las investigaciones sobre el aprendizaje y, por tanto, el enfoque formativo propone una organización que favorece los aprendizajes significativos y duraderos.

Las universidades han de ser entidades que certifiquen ser instituciones competentes desde sus currículos, con cada uno de sus propósitos y agentes formadores. Tarea ardua, pero ya consciente de elevar los rumbos en consonancia con una sociedad de integrantes que la conforman y equilibran sus sueños con caracteres efectivos.

La importancia actual de las competencias radica en la necesidad de cambio para enfrentar las nuevas realidades de la sociedad actual. En estos nuevos y cambiantes contextos, las competencias que los individuos necesitan para alcanzar sus metas, tanto individuales como colectivas, se han ido complejizando cada vez más.

La calidad que requiere la educación universitaria en el país, demanda una formación idónea, que considere el dominio de competencias indispensables para el desempeño satisfactorio en ambientes profesionales sometidos a cambios permanentes, altamente exigentes y competitivos. Estas competencias necesarias abordan el saber conocer, saber ser, saber hacer y el saber convivir con los demás y esta inmerso en áreas como la creatividad, la capacidad para desaprender, preparación para el trabajo autónomo, espíritu emprendedor, flexibilidad ante situaciones emergentes, la actualización permanente, capacidad de trabajo en equipo, habilidades para comunicarse efectivamente, entre otras.

Las competencias también se exigen a los formadores, quienes tienen a cargo dirigir los procesos de enseñanza-aprendizaje y son los actores educativos que deben demostrar un desempeño acorde a lo exigido a sus alumnos. Claramente, el currículo actual debe ser sometido a evaluación constante para promover y generar estos cambios.

Bibliografía

  • Corvalán, O. y Hawes, G. (2005). Aplicación del Enfoque de Competencias en la construcción curricular de la Universidad de Talca
  • Grundy, S. (1987). Producto o praxis del currículo. Madrid, España: Morata.
  • Habermas, J. (1971). La lógica de las ciencias sociales. Madrid, España: Tecnos.
  • Real Academia Española. (2001). Diccionario de la Lengua Española.
  • Tippelt, R. y Amoros, A. (2000). Formación de Formadores orientada a la Acción. Lima, Perú: Senati/Gtz/Dse.

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